-Buenos días- dijo el principito.
-Buenos días- dijo el guardagujas.
-¿Qué haces aquí?- dijo el principito.
-Clasifico a los viajeros por miles- dijo el guardagujas. Despacho los trenes que los llevan, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda.
Y un tren expreso iluminado, rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina de agujas.
-Van muy apurados- dijo el principito-. ¿Qué buscan?
-Hasta el hombre de la locomotora lo ignora- dijo el guardagujas.
Y un segundo expreso iluminado rugió, en sentido inverso.
-¿Ya vuelven?- preguntó el principito.
-No son los mismos- dijo el guardagujas-. Es un cambio.
-¿No estaban contentos donde estaban?
-Nadie está contento donde está- dijo el guardagujas.
Y rugió el trueno de un tercer expreso iluminado.
-¿Persiguen a los primeros viajeros?- preguntó el principito.
-No persiguen nada- dijo el guardagujas-. Adentro duermen o bostezan. Sólo los niños estampan sus narices contra los vidrios.
–Sólo los niños saben lo que buscan– dijo el principito-. Pierden el tiempo por una muñeca de trapo, y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca, lloran…
-Tienen suerte- dijo el guardagujas.
Fuente: «El Principito» por Antoine de Saint-Exupéry
Imagen: Inti